Ana Cristina Herreros cerró esta primera temporada de Los cuentos de la Luna en su vigésima edición.
Una sesión alrededor de las mujeres: bien como protagonistas, como narradoras dentro de la narración, y por supuesto en voz de la propia narradora.
La selección de los cuentos resultó variada y amena, formada por cuentos, algunos conocidos y otros menos, de aquí y de allá; no en vano Ana Herreros es investigadora y conocedora del mundo de la narración tradicional, especialmente del arco mediterráneo, pero no solo.
Salvo en un cuento en el que cambió el tono -me dio la impresión de trabarse un poco y resultar menos natural-, a la narradora se la vio cómoda con el material y con el público.
Consiguió encontrar la necesaria complicidad de los que escuchaban con las historias, resultando divertida y ágil, atenta a las reacciones de los que asistieron esa noche a escuchar, que también es participar.
Otra buena sesión, de las que hacen que jueves tras jueves, año tras año, tengamos ganas de volver un día más a que nos cuenten cuentos.
Nota al margen: Y las cosas tan interesantes que se aprenden entre cuento y cuento, esta vez sobre historia de la educación y sobre mercado editorial.
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