1.- ¿Puede indicarme cuántos y
cuáles son los títulos de algunos de los cuentos que empleará durante su
intervención en la sesión de Cuentos Eróticos?
Contaré cuentos tradicionales de
diversas culturas, entre otros, ‘El carrete de hilo’, un cuento
tradicional de Québec; ‘Cerrar los Ojos’, un cuento tradicional sufí;
‘La Grulla’, un cuento tradicional italiano; ‘Rabaò Maldito’, un cuento
tradicional portugués; ‘Destejar’, un cuento aragonés; ‘La Carolina’, un
romance tradicional castellano, y ‘Adivinanzas eróticas’, extraído de
la cultura tradicional valenciana.
2.- ¿Qué ingredientes no deben faltar a su juicio en un cuento de perfil erótico?
Creo que deben contener la sutileza,
sugerir más que mostrar (aunque en alguna ocasión también se puede jugar
con el exceso para provocar la comicidad). Y por supuesto, contener un
final sorprendente. En ese sentido, los cuentos tradicionales contienen
todo, ya que se contaban cuando había que ser muy cuidadoso con lo que
se decía, de ahí su sutileza y segundas intenciones, y siempre se
buscaba la sorpresa en el público, sorprender por lo esperado, con lo
no esperado.
3.- ¿Se ha ruborizado en alguna ocasión al contar un cuento erótico o sentido como si estuviera desnudo ante el público?
Si. Recuerdo una ocasión en que entre el
público de las primeras filas había una niña de 8 años, y cuando
comencé el primer cuento no me di cuenta hasta bajar la vista. Fue un
tormento estar contando con la mirada clavada de la niña. Al final de la
sesión me dirigí a los padres y les comente que no era muy adecuada la
presencia de la niña y ellos dijeron que no se habían dado cuenta.
Cuando se marchaban, la niña se volvió y me dijo, en voz muy alta, “me
voy, pero me lo se todo…”.
Pero en general el erotismo no lleva
aparejado un rubor tan intenso. Otra cosa es lo explícito. En alguna
ocasión me han pedido que narre cuentos pornográficos (que también
existen en la tradición oral) y éste si que es un asunto más complicado y
en algunas ocasiones incómodo.
4.- ¿A qué atribuye más poder de
seducción en un cuento erótico, a la imagen que se formula el
escuchante en su mente o a la capacidad misma de la palabra para activar
el imaginario?
En realidad es la misma cosa. El
narrador cuenta una cosa que activa el imaginario del escuchante, y el
imaginario se compone de todo lo que el que escucha ha vivido e
imaginado. El reto del narrador es ser capaz de disparar esa capacidad
de construir imaginario por parte del que escucha y luego desaparecer de
escena para quedar sólo la voz y la historia. Hay muchos narradores que
buscan cierto lucimiento personal y eso puede embellecer la historia,
pero no cumple su papel de narrador oral anónimo. O al menos no lo
cumple como a mí me lo ha transmitido mi familia, donde siempre me
dijeron: “fíate del cuento, pero no del cuentista”
5.- La fuente de inspiración de esos cuentos de dónde se extrae o en dónde se encuentra en su caso.
Yo parto de cuentos que me contó mi
familia y luego otros cuentos que he escuchado o leído y que me traían a
la memoria la forma y estructura de esos cuentos familiares. Y por
supuesto, que me digan alguna cosa, que me provoquen una sonrisa, una
sorpresa…casi como una caricia.
6.-¿Cuál es a su juicio el valor de la palabra y la narración oral en el contexto de esta sociedad hipertecnificada?
Precisamente en esta sociedad
hipertecnificada, la palabra ha vuelto con fuerza. Las personas
necesitan escuchar y que la gente le cuente cosas. No somos lo contrario
de la televisión, ni los videojuegos… somos otra cosa. Somos ese
momento de tranquilidad, de susurro y silencio que todos necesitamos. En
realidad somos el silencio habitado. Parece un contrasentido, pero
nosotros trabajamos habitando el silencio que todos necesitamos en una
sociedad llena de ruidos y mensajes equívocos. Porque no injertamos, ni
imponemos ideas o mensajes, solo ayudamos a que los escuchantes creen su
propio mundo, con su propio imaginario.
7-. ¿De qué nos salvarán las palabras?
Esa es una pregunta demasiado grande para mí.
Puedo explicar las razones que a mí me
llevan a contar. Yo cuento para que no se olvide una sabiduría popular y
tradicional que defendía el conocimiento común, el sentido de la
solidaridad, el compartir espacios comunes, el ganar la calle, el
sentido del bien, el respeto a la naturaleza, en pensar antes de actuar,
el preguntar y preguntarse…En contraposición a una sociedad
individualista, donde la gente se recluye en su casa, donde prima el
egoísmo y conseguir el inmediato, donde se actúa sin preguntas…, ni
respuestas.
No sé si contando salvo algo a alguien,
pero necesito hacerlo, como antes que yo lo hicieron ocho generaciones
de mi familia y miles de narradores anónimos, que defendían el saber
popular y una forma de vida, por medio de la palabra.
fuente: http://www.isladelecturas.com/
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