Bajan las luces, y Pep Gómez sobrevuela el espacio de La Luna.
Con un estampido llega a escena, y nos sumerge de pronto en las aguas del Helesponto, las que separan y unen a Hero y Leandro. Historia de amores difíciles, apasionados, enfrentados a los designios de los hombres y los dioses, y que a pesar de su trágico desarrollo dejan al final un pequeño rayo de esperanza en los vivos colores de dos jilgueros...
Un comienzo intenso que nos dejó envueltos no sólo con las maravillosas imágenes que se iban desenrollando ante nuestros ojos, sino con la palabra adecuada y la declamación precisa, porque más allá de los objetos y los elementos físicos, está la historia.
Y no fue menos interesante que la propia historia el relato de cómo llegó hasta nosotros, desde su origen clásico pasando por Lord Byron, y llegando a manos de Pep que nos la sirvió a su propio modo.
La segunda parte de la noche resultó más distendida, dedicada íntegramente a la "Cocotología mínima", que sugiere más que muestra (yo también soy de la opinión de que 'menos es más').
No faltó el sentimiento, pero hubo más humor, más vivacidad, y sobre todo un elogio de la imaginación y la fantasía, poder tomar un trozo cuadrado de papel y convertirlo en un pez, una máscara, un ave, y crear a su alrededor una historia que infunde vida a la figura.
Eso es lo que hace Pep Gómez, y lo que me convierte en un incondicional de su arte: infundir vida, dejar que la fantasía vuele impulsada por un molinillo de papel.
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