Y fue el encargado de aportar las primeras palabras a esta nueva edición de "Los cuentos de la luna".
Tras sus dos últimos pasos por La Luna con espectáculos nuevos, en esta ocasión nos trajo una muestra con algunos de sus cuentos más representativos. Un "greatest hits" en el que hicimos un repaso de su trayectoria y la nuestra.
Así, algunos pudimos recordar a Toribio o a Pepi, y volvimos a hacer el trayecto entre Pinto y Valdemoro.
Y otros, los más, pudieron descubrir por qué a los primeros nos enganchó un día esto de los cuentos y nos aficionamos a Pablo.
Me gustó que fuera una sesión antológica porque a veces está bien echar una ojeada al camino por el que hemos venido y darse cuenta de hasta dónde hemos llegado: en una noche como esta, algunos pudieron entender por qué los que estamos ya enganchados insistimos a veces con lo de "¡tienes que ver a este, o al otro!"
Y sobre todo porque un libro o una película, un cuadro o una escultura, están siempre ahí para que lo podamos descubrir o revisar en cualquier momento, pero la narración, como las demás artes escénicas, es algo efímero: tanto, que termina cuando empieza el aplauso, y sólo deja registro en la memoria de los que han participado. Por eso me gusta que alguna vez los narradores recuperen historias pasadas que de esta forma permanecen vivas: porque los lugares permanecen, pero los públicos cambian.
Público que, por cierto, nos dio la agradable sorpresa de llenar el Café de la Luna una vez más. Hay que agradecer a Pablo el esfuerzo que hizo por llegar a los oidos y al ánimo de todos ellos. Mereció la pena, si nos fiamos de los aplausos y de los comentarios que se oían al terminar.
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