Durante esta semana no hemos puesto textos en el Blog por andar contando y mintiendo por Portugal. Los días 24, 25 y 26, estuvimos en Almada, en el Instituto Piaget, impartiendo un seminario sobre “La utilización del cuento como recurso didáctico”. Fue una experiencia muy interesante con 35 alumnos y con resultados muy positivos.
Y el día 27, contando cuentos en un festival internacional de narración oral, en EVORA. Esta fue una experiencia curiosa que merece una explicación.
Imaginaros en medio de una meseta con algunos árboles y unos 38 grados de temperatura. De pronto aparece una ciudad amurallada donde parece que el tiempo se ha detenido hace un par de siglos. Calles estrechas empedradas, pequeñas plazas, templos romanos, palacios..... Nos alojamos en un seminario, que destina algunas habitaciones a viajeros. Ambiente austero y silencioso. Después de dejar el equipaje saldo a pasear por la ciudad.
Primera sorpresa, al salir, en el picaporte de mi puerta encuentro colgado un sujetador (¿será una invitación o una equivocación?). Salgo a la calle y enfrente al seminario, en un pequeño parque encuentro un malabarista ensayando, ¡¡con botellas de licor y una coctelera!!. Me cuenta que se esta preparando para un concurso internacional, ¡a pleno sol y con 38 grados!. Dejo al malabarista y sigo caminando, llego a la catedral, músicos, invitados, un coche de caballos espera a los novios. Cuando estos salen, uno de los caballos cae al suelo, muerto en ese mismo instante. Los músicos y los invitados vitorean y saludan, ajenos a esa pequeña tragedia. Entro en un bar y un señor pide un bocadillo de jamón y queso; antes de comérselo lo bendice y dice una pequeña oración, mientras se bebe un zumo de piña. A estas alturas pienso que todo esto puede ser una insolación. Pero todo continua, llego a una estación de tren, pequeña pero preciosa, alejada de los lugares habitados. Tiene un bar que curiosamente, a pesar de la lejanía, esta lleno de gente. Pregunto: ¿Cuándo pasa el próximo tren?. Contestación: hace cuatro meses que no pasa ningún tren. Ahora si que me quede descolocado, parecía que toda aquella gente que bebía y charlaba llevara cuatro meses esperando el paso del próximo tren. Me siento en un banco de la estación y veo salir al camarero con una pequeña cesta de mimbre, entra en un local que pone “Material Ferroviario” y sale con la cesta llena de huevos. ¡Ahora si que pienso que he estado paseando demasiado al sol!. Vuelvo a la ciudad, la gente pasea con banderas de Portugal, parece que la selección juega un partido aquí. Es la hora de ir a contar. Llego a una biblioteca maravillosa, con miles de libros antiguos, encuadernados en piel, ¡¡y todos encerrado detrás de una tela de gallinero¡¡. Y así siguieron pasando las horas.
Cuando me marche sabia que atrás estaba dejando una ciudad mágica (o de realismo mágico) como las que aparecen en las novelas de Cortazar. La verdad es que ya estoy deseando volver.
2 comentarios:
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