Un hombre en zancos, vestido de mono, bajó por las escalinatas del cerro Santa Ana, la tarde del domingo último, bailando al ritmo de una trompeta y un tambor. Y fue el guía de las personas que llegaron solas o con sus familias a escuchar a los cuenteros de seis países, para asistir al cierre del Tercer Encuentro Internacional de Narración Oral.
En medio de una pequeña garúa y la brisa proveniente del río Guayas, en una planchada del cerro, donde se encuentran ubicados unos cañones, se prendió la fiesta de la cuentería a las 16:00. Papá Roncón, de Esmeraldas, se ubicó en su marimba y, junto a sus cantoras, invadió el lugar con música afroecuatoriana. La gente, como hipnotizada, acompañaba con las palmas las melodías. Luego de su intervención, Fátima Patterson, de Cuba, contó un par de cuentos que contenían reminiscencias a la creación del mundo.
Por la avenida Numa Pompilio Llona siguió el recorrido. La gente subió por las escalinatas en medio de la comparsa guiada por aquel mono y los músicos (miembros del grupo de teatro Arawa), hasta un descanso. En esta segunda estación esperaba a los presentes el costarricense Juan Madrigal, con su guitarra en mano y sus cuentos-canciones que se iba tejiendo con la ayuda del público. Los niños no pararon de reír y algunos mostraron que habían quedado impresionados por él en las dos presentaciones anteriores que ofreció durante la semana, ya que le pedían ciertos cantos y cuentos.
La caminata continuó. La siguiente estación fue el mirador 11 del Cerro, frente al Café Faro de Luna. Boniface Ofogo, príncipe camerunés, estaba allí con su colorida túnica, para contar sus fábulas que dejan mensajes sobre la importancia de la buena convivencia. Y también estuvo el ecuatoriano José Arias, que contó cuentos en una lengua indígena.
Pasadas las 17:00, los asistentes llegaron a la glorieta del callejón del Galeón, con Bertrand N’Zoutani, de El Congo, quien contó una leyenda en francés, que fue previamente traducida al español por Ángela Arboleda, organizadora del encuentro. Luego del cuento, hizo cantar a la audiencia. El público acompañó con las palmas los ritmos que él ejecutó con los instrumentos de percusión tradicionales de su tierra.
Cerca de las 18:00 el español Matías Tárraga estaba esperando al público en la penúltima estación del recorrido, con sus historias. La picardía se fundió con la música en sus cuentos juglarescos y las risas no faltaron en la audiencia, que disfrutó de su chispa y desenfado para contar.
La última estación de este recorrido de palabras fue la Plaza Colón, junto al Santa Ana. Ahí estuvieron todos los cuenteros reunidos. El público, desde el graderío, bailó, cantó, movió los brazos y aplaudió con los cuentos, que se extendieron hasta cerca de las 22:00. Ayer las funciones de Un cerro de cuentos, como se denomina el festival, se trasladaron a Manabí, donde se realizarán hasta el 3 de septiembre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario