sábado, agosto 19, 2006

DEL PLACER DE ESCUCHAR


“Y desde entonces, muchas veces, en lugares muy distantes entre sí, Marlow sintió el deseo de recordar a Jim, de extenderse sobre ese recuerdo, y de que le oyeran.

Podía ocurrir después de cenar, en una terraza rodeada de vegetación inmóvil y coronada de flores, en una honda penumbra salpicada de feroces puntas de cigarro. El bulto alargado de cada una de las butacas de mimbre acogía a un oyente silencioso. De cuando en cuando un rescoldo rojizo se movía bruscamente y extendía su luz sobre los dedos de una mano lánguida, sobre un trozo de cara sumida en profundo reposo, o hacía brillar una chispa púrpura en un par de ojos pensativos, a la sombra de un fragmento de frente lisa. Y desde la primera palabra que pronunciaba, el cuerpo de Marlow, recostado en su asiento, se quedaba muy quieto, como si su espíritu hubiera emprendido el vuelo de vuelta a través del tiempo transcurrido y hablara desde el pasado a través de sus labios.”

Joseph Conrad, “Lord Jim” pp. 56 y 57

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