En uno de los dos lados (bordes) del mundo, hay una montaña. En esa montaña, se destaca una gran roca.
De esa roca, cae una fuente. Al otro lado del mundo vive el gran corazón del mundo, porque el mundo también tiene un corazón y es su latido el que mantiene el mundo con vida.
Un día, mientras miraba a la lejanía, el corazón del mundo vio la fuente, y esta visión robo su deseo y su amor. Y como todas las criaturas de la tierra, el corazón del mundo quiso aproximarse a su amada.
Entonces el abandono en borde del mundo y atravesó la gran distancia que separa los dos latidos del mundo, y llego al pie de la montaña de donde caía la fuente.
Pero, una vez allí, en se dio cuenta de que si daba un paso más, si avanzaba hacia la sombra de la montaña perdería de vista a la fuente; y si el corazón del mundo perdia de vista la funte, aunque solo fuera un instante, entoces el moriria, y el mundo entero moriria, y todas las criaturas de la tierra moririan.
Entonces el corazón del mundo se detuvo en el lugar donde aun podía ver a la fuente, comprendiendo que por desgracia el no podría nunca hacer otra cosa que mirarla, solo mirarla.
Pero el sol descendía, pronto se haría de noche, y en la oscuridad el corazón del mundo perdería de vista a la fuente, y él moriría. Y de pronto, el corazón del mundo se puso a cantar. Y su canto llegó a la fuente.
La fuente lo escucho y ella le respondió con su propio canto.
Los dos cantos se encontraron en el espacio y se fundieron en uno solo.
Y ese canto único se extendió por toda la tierra, y todas las criaturas de la tierra lo escucharon y comprendieron , a través del canto, que al terminar ese día, el corazón del mundo moriría.
Y fue entonces, que ellas, comenzaron su propio canto.
Y mientras que se elevaban los cantos de todas las criaturas de la tierra, y que el sol descendía, el mundo era recorrido por uno de los LAMED VOVNIK, uno de los Treinta y Seis Justos que, según la tradición aparecen cada generación. Y quiso el destino, que fuese tejedor en su vida cotidiana.
Y el tejedor junto los cantos de todas las criaturas de la tierra. Y con los cantos, tejió, tejió tiempo.
E todos los cantos dieron justo para un día más.
Ese día de más, el tejedor se lo ofreció al corazón del mundo, que, se lo ofreció a su vez a la fuente, su bien amada, a través de su canto. Y es así que, hecho de cantos y hecho de amor, el tiempo se recrea cada día.
Y siempre hay junto el tiempo, jamás de mas, siempre tiempo justo para un día más.
Narrado en castellano por Carles García Domingo, que lo escucho narrado en francés por Ben Zimet, que lo escucho proveniente del Rabbi Nakham, de Bratzlav (tradición oral Hassidica)
De esa roca, cae una fuente. Al otro lado del mundo vive el gran corazón del mundo, porque el mundo también tiene un corazón y es su latido el que mantiene el mundo con vida.
Un día, mientras miraba a la lejanía, el corazón del mundo vio la fuente, y esta visión robo su deseo y su amor. Y como todas las criaturas de la tierra, el corazón del mundo quiso aproximarse a su amada.
Entonces el abandono en borde del mundo y atravesó la gran distancia que separa los dos latidos del mundo, y llego al pie de la montaña de donde caía la fuente.
Pero, una vez allí, en se dio cuenta de que si daba un paso más, si avanzaba hacia la sombra de la montaña perdería de vista a la fuente; y si el corazón del mundo perdia de vista la funte, aunque solo fuera un instante, entoces el moriria, y el mundo entero moriria, y todas las criaturas de la tierra moririan.
Entonces el corazón del mundo se detuvo en el lugar donde aun podía ver a la fuente, comprendiendo que por desgracia el no podría nunca hacer otra cosa que mirarla, solo mirarla.
Pero el sol descendía, pronto se haría de noche, y en la oscuridad el corazón del mundo perdería de vista a la fuente, y él moriría. Y de pronto, el corazón del mundo se puso a cantar. Y su canto llegó a la fuente.
La fuente lo escucho y ella le respondió con su propio canto.
Los dos cantos se encontraron en el espacio y se fundieron en uno solo.
Y ese canto único se extendió por toda la tierra, y todas las criaturas de la tierra lo escucharon y comprendieron , a través del canto, que al terminar ese día, el corazón del mundo moriría.
Y fue entonces, que ellas, comenzaron su propio canto.
Y mientras que se elevaban los cantos de todas las criaturas de la tierra, y que el sol descendía, el mundo era recorrido por uno de los LAMED VOVNIK, uno de los Treinta y Seis Justos que, según la tradición aparecen cada generación. Y quiso el destino, que fuese tejedor en su vida cotidiana.
Y el tejedor junto los cantos de todas las criaturas de la tierra. Y con los cantos, tejió, tejió tiempo.
E todos los cantos dieron justo para un día más.
Ese día de más, el tejedor se lo ofreció al corazón del mundo, que, se lo ofreció a su vez a la fuente, su bien amada, a través de su canto. Y es así que, hecho de cantos y hecho de amor, el tiempo se recrea cada día.
Y siempre hay junto el tiempo, jamás de mas, siempre tiempo justo para un día más.
Narrado en castellano por Carles García Domingo, que lo escucho narrado en francés por Ben Zimet, que lo escucho proveniente del Rabbi Nakham, de Bratzlav (tradición oral Hassidica)
1 comentario:
hola.
esta es una historia muy interesante. de hecho el concepto de esto llamado lamed volvovkin, se me hizo algo muy muy interesante, no se si tengas mas informacion sobre esto, ya que hasta ganas de montar un espectaculo sobre ello dan. muchas gracias y muchas suerte
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