Lo que proponen no es tan simple como puede parecer: no consiste en alternar cata y cuento sobre vino, sin más ni más. De hecho, los cuentos no son todos sobre vino.
De lo que se trata es de algo un poco más complicado, si es tal como yo lo entendí:
Cada vino va acompañado de un cuento, cuidadosamente seleccionado, pero no por el tema o el contenido, sino por las sensaciones que transmite.
Cuando Gonzalo nos ha presentado al vino (colores, aromas, sabores, texturas...), y éste ya no es un extraño, entonces, las palabras de Carles refuerzan, acentúan, matizan esos aromas florales, frutales, ligeros o densos; la acidez si procede, la dulzura, la reciedumbre...
Y en un juego de correspondencias, el vino ayuda a entender el cuento: si es joven y fresco, casi te hace oler las flores; si con más crianza y edad, transmite las calidades de la madera, el reposo, una disposición reflexiva; si dulce y fresco, la ausencia de preocupaciones, la alegría de vivir.
Yo diría que lo han logrado, y que cuando la sesión haya adquirido la fluidez que da el rodaje, podrán estar orgullosos de lo que están haciendo.
Además, el jueves, para terminar de completar una noche memorable, se añadieron a la empresa los números músico-vocales de (espero no equivocarme) Carlos, Amaya, Jose y Rubén,
que con coplas y cantares de la tierra proporcionaron la ambientación perfecta, y recibieron merecidas ovaciones.
Más información:
The Wine Love, el proyecto de Gonzalo Gonzalo.
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