COMO todo cuento o historia fabulada que se precie, el comienzo no puede ser otro: “Érase una vez un extraño ser con forma de humano que tenía una particularidad. Poseía un solo ojo, con la capacidad de intercambiarle lentes y artilugios. Y ese ojo extraño tenia la virtud de componer historias y dejarlas plasmadas en imágenes que reproducían esas historias a todos los que las contemplaban. El hombre del solo ojo disponía de un equipo de duendecillos, carpinteros, peluqueros, maquilladores, decoradores, electricistas, modelos, que de día mientras el hombre dormía, inventaban y preparaban lugares encantados. El hombre de un solo ojo, al despertar, se encontraba en esos lugares encantados con personajes que representaban cuentos e historias que cautivaban su imaginación creadora. Entonces, el hombre, con su ojo mágico, atrapaba esas historias y mediante un proceso de alquimia, que algún mago del pasado le había transmitido, las plasmaba en papel. Y hasta el día 2 de diciembre las ha colgado en la Sala Rivadavia de la Diputación de Cádiz, para que mayores que aún les queden alma de niños vayan a disfrutarlas”.
Quizás ahora lo que proceda sea: “colorín, colorado…”. Pero si lo prefieren empezamos por ahí: el dominio de la técnica, del color, de la iluminación y del tratamiento de imágenes es una de las notas más destacables de esta exposición de Fernando Bayona (Jaén 1980) que se titula ‘Érase una vez…’.
La exposición se compone de dos de sus trabajos: ‘Once upon a time…’. (érase una vez…) y ‘Long, long time ago’ (hace mucho, mucho tiempo).
Si en ‘Long, long time ago’ el autor recrea escenas de cuentos clásicos, que habitan en el subconsciente de todos cuantos hemos sido niños, en ‘Once upon a time…’, la historia que conforma el hilo conductor de las imágenes ha sido fabulada por el autor, también tomando elementos del imaginario colectivo que los cuentos nos han construido.
En ‘Long, long time ago’ personajes tan conocidos como Caperucita, La bella durmiente, Alicia, Merlín, Maese Gepeto o La princesa del guisante son ubicadas por el autor en una escenografía ricamente recreada y magníficamente compuesta, donde un violín es el elemento aglutinador y a la vez diferenciador con respecto a la escena del cuento originario.
La elaborada escenografía junto a la calidad técnica de las imágenes dotan a la narrativa fotográfica de Fernando Bayona de gran credibilidad, tanto conceptual como artística.
En el otro trabajo, ‘Once upon a time’, las imágenes forman parte de la secuencia narrativa que el fotógrafo construye y enlaza en cada toma. Nos encontramos con un género fotográfico mezcla entre su origen más coloquial de las antiguas fotonovelas y la cinematografía más moderna y rica en efectos especiales.
Fernando Bayona, bebe en ambos y construye, junto a un inmejorable equipo de colaboradores y modelos, una historia también inspirada en los arquetipos clásicos de los cuentos y el mundo del circo, pero que al final no deja de ser una metáfora de la vida, de la sociedad y de las historias más reales que nos rodean cotidianamente en nuestra vida de cuento diaria.
Gunn, una bruja bella y mala tenía hechizado y abducido al rey con el que se casó tras la repentina muerte de su esposa. Reteniendo prisionera a su hija, la princesa Iris, está consiguió escaparse de la malvada bruja accediendo a sus peticiones y traspasando a su boca mediante un beso una dosis del veneno que la bruja aplicaba diariamente a su padre.
En su huida, la princesa se topa con un circo y en él conoce a personajes monstruosos, tan surrealistas como metafóricos, que la bruja había creado en su infinita ira. La Mujer Araña, los Siameses, la Mujer Pájaro, el Hombre Muñón, Madame Tití, la Mujer Pelo, el Hombre Ciervo, el Gigante Rabioso y tantos otros que descubren para la princesa la bondad que se esconde tras apariencias tan extrañas y grotescas. Muy al contrario de lo que ocurría en palacio.
Pero es un joven amnésico y melancólico quien paulatinamente atrae la atención de la princesa, hasta que esta atracción torna en amor. Amor que un día se consuma en el carromato de la Mujer pájaro, descubriendo que ambos poseían los elementos complementarios para liberar así al reino del hechizo maléfico en el que estaba sumido.
Retorna la armonía a la naturaleza y la convivencia pacífica y esperanzada para sus habitantes, que recuperan la capacidad de mirar con optimismo al futuro.
Y ahora sí, es cuando pega aquello de… colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
FUENTE: ERASE UNA VEZ
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