Edu comenzó contándonos la historia de un niño que buscaba la definición de poema para poder curar a su pez enfermo, y sin descubrirlo lo descubrió. Tampoco nosotros pudimos ayudar a Edu a descubrir qué es un cuento, pero lo mismo que el poema curó al pez, los cuentos, lo que quiera que sean, nos curan a nosotros.
Edu cuenta muy bien los cuentos, sabe darle a cada uno el tono que requiere, y tiene aplomo de sobra en el escenario para irse adaptando al auditorio a lo largo de la sesión. Sólo con esto sería suficiente para verle cada vez que uno tenga oportunidad.
Pero si además está acompañado de los Rabogors, entonces no hay excusa para perdérselo. Los Rabogors consiguen, de una forma elegante y discreta, crear el ambiente, acentuar la historia, conducirla. No voy a hablar aquí de la ilimitada capacidad emotiva de la música (mi otra pasión), simplemente destacar lo bien empleada que está cuando está bien empleada.
La sesión reunió historias del mundo: África, América, China... historias de allá y de aquí. Y una vez más pudimos comprobar que, acercándonos lo suficiente y poniéndonos al nivel de los indiviuos, las personas somos, sobre poco más o menos, iguales.
Una buena despedida hasta que volvamos en la edición de primavera, allá por el mes de Febrero.Y ya se nos está haciendo larga la espera.
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