Al llegar al centro de Bremen me encontré con esa magnífica Marktplatz (Plaza del Mercado) donde se alza la famosa estatua del Roland (o Ronaldo o Roldán). Allí, al lado del Rathaus (Ayuntamiento) que tiene esa feliz mezcla de gótico tardío con barroco temprano, se hallan los “Músicos de Bremen”. Es una escultura en bronce que muestra a un burro rebuznando, sobre el que se monta un perro ladrando, sobre el que a su vez se haya un gato maullando, encima del cual se alza un gallo cacareando. Me aferré, pues, a las finas y gastadas patas delanteras del burro y formulé un deseo con los ojos cerrados. Es un deseo que hoy no quiero revelar a nadie, porque si lo hiciera tal vez no se cumpliría, y no puedo arriesgarme.
A continuación cogí el tranvía número 8 y me dirigí al Instituto Cervantes de Bremen, en cuya biblioteca encontré, tras teclear las mágicas palabras “hermanos Grimm”, una antigua edición de los Kinder und Hausmärchen (Cuentos de la infancia y del hogar), recopilados y escritos por ambos hermanos, Jacob y Wilhem Grimm. La edición en buen castellano se titula, como reza la portada, Cuentos completos de los hermanos Grimm, es de 1967 y está traducida directamente del alemán por Francisco Payarols, con prólogo de Eduardo Valentí. Mientras acariciaba las tapas duras de la editorial Labor (Colección de obras eternas: lo que tú debes leer) y admiraba las bellas ilustraciones originales de Ludwig Richter, me preguntaba a qué niño o muchacho pudo pertenecer este libro que ahora se encuentra como donación en la biblioteca, libro que por otra parte no fue pensado para niños, sino para adultos.
En efecto, los hermanos Grimm publicaron el primer volumen de los Cuentos en 1812, y el segundo en 1815, una época en todo caso marcada por el Romanticismo y la búsqueda de los orígenes populares de la poesía, aunque el mismo Guillermo (Wilhelm) Grimm dijera: “No sólo nos proponemos prestar un servicio a la historia de la poesía, sino dar ocasión a que la poesía que anima estos cuentos se haga plenamente eficaz”. Lo cierto es que los hermanos Grimm se dedicaron a recopilar cuentos que aún pervivían en la tradición oral de las zonas rurales alemanas, para transmitirlos tal cual, sin apenas aditamentos literarios. Dice el prólogo del libro: “Gracias a ello, su obra ha quedado, no sólo en Alemania, sino en todos los pueblos del mundo, como el modelo perfecto de los ‘cuentos populares’, los Volksmärchen, en contraposición al género literario de los ‘cuentos de hadas’, producto de la fantasía artística.”
En la página 92 encontré el original del cuento que buscaba, traducido como “Los músicos de Brema”. Se trata de cuatro animales –un burro, un perro, un gato, un gallo– que, para escapar a la muerte y a la vejez emprenden el camino hacia Bremen con la intención de ganarse allí la vida como músicos. Antes de llegar a la ciudad les sorprende la noche en medio de un bosque y, buscando donde alojarse, encuentran una cabaña habitada por ladrones. Consiguen asustarlos subiéndose uno encima del otro y, todos al unísono mientras irrumpen por la ventana, gritando el sonido característico de su especie. Con esta “música disonante” se apoderan de la cabaña y de la comida que contiene, de forma que nunca llegaron a Bremen.
Entonces es cierto, me dije, el lugar al que nos dirigimos es lo de menos, lo importante es encontrarse a gusto con uno mismo, y el viaje una excusa para poder cambiar de vida. Los cuentos de los hermanos Grimm –y entre ellos el muy conocido de los músicos de Bremen– no se producen en ningún lugar concreto, no hablan de fechas ni de ciudades, al contrario que las guías de turismo. El relato siempre es impersonal, está lleno de elementos mágicos y alegóricos, y las cosas concretas son estilizadas para expresar abstracciones… Tal y como nos dice Novalis, los cuentos deben considerarse como “sueños de un secreto mundo familiar, que se encuentra en todas partes y en ninguna.” Al terminar de leer el cuento me di cuenta de que, en realidad, no quería que mi deseo se cumpliese del todo, pues necesitaba seguir soñando para poder seguir viviendo.
FUENTE: LA VANGUARDIA
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