"Las primeras historias que recuerdo las escuché en conversaciones familiares, donde cada uno tenia su versión sobre las hazañas del zapatero o los avatares de aquel primo segundo que tras volver de la inalcanzable Europa montó un negocio de instalación de antenas. También la abuelita entreteniéndonos con cuentos de toda la vida y vidas privadas de curas y gentes de bien. El barrio donde me “eduqué” me ofreció infinidad de anécdotas que a fuerza de contarlas en reuniones de amigos, barras de bar y acampadas ilegales, se han convertido en historias de mi propia historia. Y los libros, las historias momificadas en páginas de comics o de alta literatura, me fueron enseñando a inventar o reinventar las pequeñas cosas que pasan desapercibidas, a hacer juegos malabares con emociones y sentimientos, o a manipular personajes o personas en laberintos cotidianos inventados para la ocasión. Y sin darme cuenta había gente escuchándome contar estas cosas. Cosas de los libros o de mi barrio o de mi familia o inventadas. Como ocurren las cosas importantes, casi sin saber como pasó ( una muerte, un amor, una vida) siento que me ha caído la herencia de un tío rico y disfruto de sus rentas."
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