lunes, marzo 13, 2006

LA NARRACIÓN ORAL EN ESTADO PURO













Es la hora de trabajar y Hohammad Yaribi se dirige a la Djemma el Fna, la plaza principal de Marrakesh. Se mueve entre la multitud, pasa por delante de los encantadore de serpientes, los músicos, los acrobatas y los vendedores de kebab, hasta que encuentra un lugar tranquilo.

Yabiri es un cuentacuentos, profesión que practica desde hace más de 40 años. Todos los días, conjuga batallas, pecadores y profetas, sultanes, sabios y ladrones tramposos. Yabiri, de 71 años, es uno de los ocho bardos que aún actuan en público en Marrakesh. Pero la mayoría, al igual que él, teme que sugeneración sea la última de una línea tan antigua como esta ciudad del medievo.

Estos hombres descienden de la era en la que los narradores itinerantes llevaban noticias y entretenimiento a las ferias rurales y a las plazas de las aldeas. Pero de algún modo Yabiri sigue apañandoselas para desafiar a la formidable competencia eletrónica. "Hay quienes piensan que la televisión está muy alejada de ellos", explica a un visitante. "Prefieren el contacto directo, oír relatos en vivo".

Los estudiosos de las constumbres locales dicen que los relatos son una gran mezcla de cuentos religiosos y populares de las tradiciones bereber, gnaui y árabe de la región.

Juan Goytisolo, en un café de la plaza, habla con admiración de los "viejos maestros" que ha conocido, sus improvisaciones y sus bromas, y los trucos que usan para atraer y retener a la audiencia. Recuerda que "Saruh, un hombre muy fuerte que ya ha muerto, levantaba un burro en el aire. Cuando éste empezaba a rebuznar, la gente acudía corriendo. "Sois unos tontos", le gritaba a la multitud. Cuando yo hablo del Corán nadie me hace caso, pero todos os apresuaráis a escuchar a un burro", recuerda Goytisolo.

Otro narrador, cuenta Goytisolo riendo, al ver que la multitud maenguaba, se puso a gritar: "Todos los que hayan sido maldecidos por sus padres deben irse". Así que por supuesto todos se quedaron y pagaban.

Mientras cae la tarde, el cuento de Yabiri alcanza un momento crítico. Llegado a este punto, Yabiri se detiene súbitamente y sugiere a un público extasiado que realice sus aportaciones para que él pueda seguir. Recoge las monedas entona una bendición y, subiendo la voz, completa el relato.

Extraido de un reportaje de Marlise Simons (The New York Times)

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