Porque aún estoy dudando de si el jueves estuvo o no estuvo en La Luna.
En cuerpo estuvo, todos los presentes le pudimos ver, pero el alma, o de donde sea que salen los cuentos, se la dejó olvidada en alguna parte.
Mostró una insistencia exagerada en comunicarnos y luego recordarnos que va a dejar los cuentos y a tomar otros caminos, y entre comunicado y recordatorio nos mostró la magia que pueden contener las palabaras, pero magia contenida en vitrinas, se ve pero no se toca; contando con el oficio de un torero muy placeado, sin arrimarse.
La sesión infantil, escuchada con niños, ha de ser una gozada. Historias que enseñan a mirar un libro, a poner las palabras que le den significado, a imaginar. Pero algunos de los asistentes, por mucho que lo intentáramos, no pudimos despojarnos de veinte, treinta o más años y estar a la altura.
Para adultos, trajo algunos cuentos maravillosos (algunos, porque lo de hacer pasar la Odisea por la historia de Tartalo no sé si coló), y no niego que me arrancó lágrimas en más de una ocasión (y le doy mil gracias), pero los trajo en el macuto y en la cabeza. Le salvó el material: con esa materia prima el guiso nunca puede salir malo.
Para adultos, trajo algunos cuentos maravillosos (algunos, porque lo de hacer pasar la Odisea por la historia de Tartalo no sé si coló), y no niego que me arrancó lágrimas en más de una ocasión (y le doy mil gracias), pero los trajo en el macuto y en la cabeza. Le salvó el material: con esa materia prima el guiso nunca puede salir malo.
Y le salvó la guitarra de Uxue, que acunaba los corazones para recibir las palabras con el amor que merecen. Gracias Uxue.
Todos tenemos días buenos, malos y regulares; yo el primero. Por eso quiero ser indulgente, (por eso y por lo de la primera piedra, que dijo el palestino aquel hace unos siglos...), y por eso quiero ver otra vez a Iñaki. Porque ambos necesitamos que me guste más. Y que me vuelva a arrancar una lágrima y una sonrisa, que tanta falta hace.
No hay comentarios:
Publicar un comentario