lunes, diciembre 01, 2008

"LA MUSA DE LOS CUENTISTAS". UN ARTICULO SOBRE LAS MIL Y UNA NOCHE

En mi niñez vi en alguna matinée de cine una película en chillón “technicolor”, Arabian Nigths, de 1942, que era un fiasco con su Arabia de escayola y lentejuelas, sus danzantes tránsfugas del strip-tease, sus paisajes de back-lot de la Universal Pictures y sus figurantes alquilados a tantos dólares la hora y apresuradamente arabizados por turbantes y albornoces, pero que tenía una protagonista fascinante con el oval rostro, los ojos oscuros, las rítmicas caderas de la dominicana María Montez y el sedoso y ondulante nombre de Sheherezada y contaba las historias de Alí Babá, de Simbad, de Aladino, de... Y esa hollywoodense Sheherezada, de la cual por supuesto me enamoré, me llevó a leer el libro de Las mil y una noches (es decir: el Hikayät-alf-laila-wa-laila) en una traducción española y demasiado “maja” de Cansinos Assens.

Años más tarde, en la adolescencia, volví a leer, completa y en el francés original, la versión de Galland del vasto cuentario; versión de que dice Borges que es “la peor escrita de todas, la más embustera y la más débil, pero fue la mejor leída” y a partir de la cual se originaría la moda del orientalismo en Europa y Sheherezada se convertiría en la madre emblemática de los narradores, en la mítica musa del arte del cuento. A ese río de relatos, que parece venir del infinito e ir al infinito poblando con paraísos e infiernos un desierto de infinitos horizontes, se me ocurrió sobretitularlo El libro de Sheherezada, pues la muchacha del verbo inagotable, además de ser su más presente personaje, es la central voz tejedora de un plural y laberíntico tejido narrativo.

ARTICULO COMPLETO: MILENIO MÉXICO

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