Carles García
"Cada nueva generación debe incorporar nuevas narraciones al bagaje recibido en herencia"
Carles García Domingo, valenciano felizmente afincado en La Rioja, es toda una referencia en el planeta de la narración oral hispánica. Sus puntos de vista, sus consejos, sus ideas, su trato personal y su profesionalidad animan y aclaran a quienes se acercan al arte y oficio de narrar y refuerzan las decisiones tomadas por quienes llevan tiempo en estos quehaceres.
Paradigma de narrador que conjuga inteligentemente la tradición oral con la vida actual, ha respondido con generosidad a nuestras preguntas y, como en sus actuaciones, nos ha abierto caminos por donde seguir investigando.
Tu relación, Carles, con la literatura oral viene de antiguo, incluso de antes de nacer. ¿Puedes contarnos hasta dónde se remonta?
Mi familia, por parte de madre, tenia una larga tradición de venta ambulante (tipo buhoneros); se desplazaban por Aragón vendiendo y comprando entre los diferentes pueblos de unas rutas ya determinadas. En aquellas épocas que no existían los medios de comunicación globales, las noticias tardaban en transmitirse y los trajinantes, arrieros y ambulantes cumplían el papel de transmisores de noticias, ya que eran de los pocos que estaban siempre en movimiento de un lugar a otro, y con rutas preestablecidas. Estas noticias podían ser familiares, cotilleos o noticias oficiales. Era habitual que los poderes públicos (diputaciones) pagaran una pequeña cantidad a estos profesionales por transmitir noticias relacionadas con temas diversos (actualidad de la corte, temas impositivos, reclutamientos…). Este contacto con la palabra y la transmisión de noticias condujo naturalmente a que se desarrollara otra actividad: la de narración de cuentos tradicionales. Estos profesionales contaban estos cuentos como una forma de ganarse una comida o una cama donde dormir, e incluso un pequeño sobresueldo si eran lo suficientemente buenos como para atraer público. En aquellas épocas era habitual la existencia de narración dentro de las familias y también era habitual que en cada población existieran personas conocidas por su capacidad para narrar historias, leyendas, cuentos… Pero los que venían de fuera tenían a su favor la teatralidad que utilizaban para la venta aplicada a la narración: sus voces y movimientos tenían algo de teatral y además contaban cuentos, leyendas, sucedidos, romances…, que iban recogiendo de muchos lugares diferentes, por lo que contaban con otro efecto que era la novedad. En muchas ocasiones, la actividad de narración aportaba más recursos que la compra y la venta.
Esta actividad familiar finalizó con mi bisabuela, pero aunque la familia se asentó en una población de forma definitiva, en la familia siguió la tradición de narrar, y además con la división tradicional: las mujeres contaban cuentos maravillosos o mágicos y los hombres cuentos de sucedidos y leyendas. Mis primeros recuerdos de ello son de cuando yo tenía seis años y escuchaba contar (junto a todos los muchachos y muchachas del pueblo) a mi tía-abuela Quiteria. Ella nos contaba cuentos casi todas las tardes. Pero también recuerdo a mi abuela Manola y a mi abuelo Juan contar cuentos junto a la lumbre muchas noches (aunque esto era más familiar que cuando contaba mi tía-abuela para todo el público que quería escuchar). También mi madre contaba en alguna ocasión, pero creo que consideraba que no era tan buena como sus padres y no lo hacía tan a menudo como me hubiese gustado.
Una infancia, entonces, unida al arte de contar cuentos…
Para mí la narración fue algo habitual y familiar, de hecho yo también solía contar en aquellas sesiones familiares, e incluso los amigos me invitaban a pipas a cambio de contarles las películas que todos habíamos visto en la televisión. Pero en el período de adolescencia me alejé totalmente de ello, me parecía una cosa de viejos. Cuando terminé la carrera de economista, y mientras pensaba qué hacer con mi futuro, conocí a Vicente Cortés, que me propuso integrarme en un grupo de animación lectora, el Colectivo Fábula, y fue así como volví a narrar, esta vez en la bibliotecas. Desde entonces lo he seguido haciendo de forma más o menos constante dependiendo de las diferentes etapas de mi vida.
Mi trabajo de narrador se basa totalmente en la forma de narrar de mi familia, tanto en historias como en el estilo, ello supone una gran tranquilidad para mí (es como una especie de garantía de éxito), pero también supone una cierta cortapisa a la creatividad, ya que me siento muy inseguro cuando salgo de ese marco y me cuesta gran esfuerzo el montaje de otro tipo de espectáculos basados en la narración o el trabajo con otros compañeros.
Además de las formas, ¿trabajas también con los textos que heredaste de tu familia?
Entre los cuentos más característicos están las versiones particulares de algunos cuentos conocidos y otros menos: El medio gallo, Los tres maridos, El soldado y la muerte, Los tres hijos del leñador, Juan el oso, La oreja peluda…
En mi repertorio tienen un papel fundamental, yo diría que componen en 70 % de mi repertorio, aunque progresivamente van reduciendo su importancia.
ENTREVISTA COMPLETA: WEB LITORAL
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