jueves, agosto 14, 2008

El Oso y el Duraznero

"Una vez, en medio de un bosquecillo, había un pueblito. Era un pueblito pintoresco y genérico, de los que se suelen fabricar por docenas para cuentitos como éste, con su escuelita, su cura y su zapatero remendón.

Resulta que muy cerca de este pueblito crecía un duraznero, un gran duraznero silvestre. Todos los veranos sus ramas se llenaban de frutas gordas y aterciopeladas que los chicos miraban desde lejos.

Sólo las miraban, porque no podían hacer otra cosa.

—No agarres duraznos de ese duraznero —los reconvenían sus madres—. Hay un oso que ronda el árbol y se come a los que se acercan.

Y ellos obedecían, por supuesto. Se contaban historias de niños traviesos que por hartarse de duraznos habían sido devorados por el oso. Así que los chicos se reunían en el linde del pueblo y miraban los duraznos soñando con la pulpa dulce y jugosa, pero todos se mantenían lejos.

Todos, menos uno." [...]



Si queréis conocer el final, en el blog de Andrés Diplotti

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