Este texto fue presentado el 27 de noviembre de 2003 en el marco de la Jornadas "Europa, continente abierto. Narraciones de lo intercultural: El cuento tradicional y el cuento literario", en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Su autor, Joaquín Mª Aguirre Romero, reflexiona sobre el cuento y su circunstancia. El cuento ha sido (y quizá lo siga siendo), como dice Aguirrre, "una forma de arte menor respecto a la novela", siempre mejor conceptuada por lo "grandioso" de sus propuestas literarias... No dejéis de leer el apartado donde habla de Poe y el cuento como unidad de efecto.
En los últimos años se ha producido un interés general por los cuentos. Al decir “interés general”, me refiero a una recuperación, no necesariamente editorial, de esta forma peculiar de narración. Durante mucho tiempo, la escritura de cuentos ha sido considerada como una forma de arte menor respecto a la novela, como una especie de pariente pobre.
Existían diversos motivos para esto. En primer lugar está el aspecto que podríamos llamar “el prestigio del tamaño”. El cuento se enfrenta al ascenso de la novela desde mediados del siglo XVIII. Quizá decir “se enfrenta” sea utilizar una metáfora engañosa que, como suele suceder, nos desvía del problema real. En realidad, el cuento no se “enfrenta” a nada. Sencillamente aquellas instituciones encargadas de la valoración, la crítica, entienden, como ya había sucedido en la poesía, que los textos largos tienen un componente de esfuerzo titánico frente al menor esfuerzo requerido para los textos narrativos breves. Es el prestigio de lo grande frente a lo pequeño. Es, por utilizar un símil, la relación entre el edificio y la maqueta.
Las grandes novelas decimonónicas son sobre todo, eso, grandes. El valor de un escritor se mide a través de su capacidad para crear grandes edificios, construir monumentales textos en los que meter el mundo. Lo que asombra de ellos es su capacidad para no perderse, para que todo ese edificio se mantenga en pie tras páginas y más páginas. Algunos no tienen bastante y con esas monumentales novelas-edificios, necesitan construir ciudades, como Balzac, con su Comedia Humana, Zola o Galdós. El siglo XX tampoco está falto de retos monumentales, en los que la misma novela se muestra espacio insuficiente. Proust, Thomas Mann, Musil, Lawrence Durrell..., se empeñan en meter la totalidad de la Vida, la totalidad de la Historia, la totalidad de la Cultura en formas narrativas desbordantes, apabullantes, faraónicas...
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FUENTE: BLOG LA NARRACIÓN BREVE
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