El jueves 25 tuvimos una sesión diferente en La Luna.
De vez en vez, los programadores nos ofrecen la oportunidad de explorar los límites del concepto de "narración".
En esta ocasión, le tocó el turno a los títeres de la mano (de las manos) de Cristina, "La Pícara Locuela", y su compañera, Celia (si no recuerdo mal).
No era la primera vez que se veían títeres en alguna de sus muchas variantes en La Luna. Pero los de este jueves se ajustaban perfectamente a la imagen tradicional que uno tiene del teatro de marionetas: marionetas de guante, escenario especialmente montado para la representación. Lo que todos hemos conocido durante años.
Fue una sesión que me produjo impresiones desiguales.
Por un lado la historia no terminó de capturarme, no le encontré la capacidad de inmersión que les pido a los relatos, aunque esto (como todo, en realidad), no es más que una apreciación personal. Tampoco contribuyeron a aumentar mi atención los breves, pero perceptibles, vacíos que hubo en la narración, una especie de fallos de sincronía entre el movimiento del títere y el texto que le correspondía.
Comentado esto, también debo decir que todo lo demás tuvo un nivel notable. Todo el diseño de los elementos, desde los propios títeres hasta el vestuario, el teatrillo con sus elementos escénicos, los objetos que iban apareciendo en escena... todo tenía su por qué y cumplía su función. Y la manupulación experta y hábil realzaba el conjunto.
Me gustó además la caracterización de las voces, especialmente los personajes del Mesonero y la Muerte (ese acento italiano... casi le hace a uno desear que, cuando llegue su día, sea un personaje así el que lo lleve).
Espero tener la oportunidad de verla de nuevo, porque sí me quedó el convencimiento de que hay en La Pícara Locuela más de lo que vi el jueves.
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(Circunstancias adversas personales, laborales y tecnológicas han retrasado la publicación de esta crónica. Si alguien, para sorpresa mía, la esperaba, me disculpe)
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