martes, abril 19, 2011

LA "AMORALIDAD" HOY EN DÍA

Honestidad: la mejor de todas las artes perdidas.
Mark Twain


Estamos inmersos en una profunda crisis económica, que está afectando especialmente a los que trabajamos con cultura. Las restricciones presupuestarias están produciendo efectos muy negativos (cierre de programaciones, recortes de actividades, dilación en los pagos…). Como decía la canción “sin dinero no se puede hacer rock and roll”.

Pero lo peor no es estar con los bolsillos vacíos, el mayor problema es el impacto social y moral, que esta crisis está produciendo. Hoy en día se ha extendido el concepto de “amoralidad”. Para algunos se trata de “picaresca”, de afrontar los problemas económicos y de trabajo con ciertas dosis de “permisividad”. Se diluyen los límites de lo que es correcto, lo que está bien, lo que es el respeto por el trabajo ajeno, por las ideas…

Aparentemente no se trata de una gran ilegalidad, ni de corrupción, ni de competencia desleal… pero son comportamientos muy dañinos, social y económicamente. No contratar a los artistas que participan en una función o en una actividad, o a los monitores y resto de personal se ha convertido en práctica cada vez más habitual, jugar con el IVA.... Lo hacen empresarios de teatros y grandes empresas, pero también compañeros que todos conocemos y con los que compartimos espacios y copas. Pero también se están dando otras prácticas: bajar lo que se paga a los profesionales, copiar proyectos e ideas, presentar propuestas más económicas sobre propuestas presentadas por colegas, mentir sobre los precios cobrados… Se desarrolla toda una parafernalia de prácticas, que no eran ajenas a algunos agentes culturales, pero que no eran habituales. Ahora es como si el “sálvese quien pueda” y “todo vale” se haya extendido por todos lados. Y a la gente no le parece mal.

Eso es lo más peligroso. Ese concepto de “amoralidad”. “¡Bueno, yo no estoy cometiendo un crimen” , “La vida es así”, “No me queda más remedio”… estos comentarios de las personas que realizan estas prácticas (o alguna de ellas), presentándose como una víctima, como una especie de superviviente, son habituales. Pero olvidan la realidad. No contratar a una persona mientras está haciendo un trabajo supone:
- Que esa persona puede sufrir un accidente y no estaría cubierta por un seguro.
- Que esa persona puede ser multada.
- Que esa persona no cotiza en sus derechos sociales futuros (paro, pensiones…)
- Que esa práctica supone una competencia desleal para otros compañeros que realizan las cosas correctamente (no contratar al personal puede suponer un ahorro sobre el presupuesto de un 40 %)

“Pero la gente prefiere que le pague un poco más y que no la contrate”. Otra fase que se repite. ¿Pagarle un 10% más y embolsarte tú el resto?. No conozco ni un solo caso en el que las personas, explicando todo esto, no prefieran ser contratadas. (Salvo que esté en el paro… más “amoralidad”)

Todos tenemos casos de compañeros que están tirando los precios, y que cuando les preguntas se rasgan las vestiduras… más “amoralidad”. O que aceptan trabajos sin estar preparados para hacerlos… o que prometen…

Decía George Herbert “La indignación moral no es más que envidia con aureola”. Y es posible que sea cierto, que me muero de envidia por ver que otros son capaces de competir aplicando esos medios y yo soy tan inútil que ni siquiera eso soy capaz de hacer. Puede ser. Puede que todo se trate de eso: no contratar, mentir a los compañeros, a los clientes, ser simpático con gente que nos cae como el culo, robar ideas… Pero, prefiero pensar, que en realidad es que no quiero, no quiero entrar en esa rueda. Y si no puede ser de otra manera, me dedicaré a otra cosa. Y me tomaré esas copas con “esos amigos” y aguantaré que me digan que el Estado es muy malo porque no da subvenciones y que se indignen cuando aparece la palabra “corrupción” en la tele. Y que me cuenten sus maravillosos proyectos artísticos, porque ellos son artistas, de una sensibilidad especial y hacen esto para elevar el espíritu y la moral del ser humano. En fin...

“Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza, recordarán estos días extraños en los que la honestidad más simple era calificada de coraje. Yevgeny Yevtushenko”

3 comentarios:

Sole Felloza dijo...

Carles, no creo que lo que sientes sea envidia, sino justa decepción, desilusión, impotencia, etc, frente a prácticas que aunque hoy tal vez sean un "método de supervivencia" mañana serán la piedra al cuello que nos hunda a todos.
Gracias por éste post

Mario Caballero dijo...

Lo comparto al 100%.

Aldo Méndez dijo...

Ole, Carles
Así se dice, alto y claro
Una abrazo