Estoy un poco confuso, así que expongo mi confusión, y luego trataré de explicarme:
El cuentero, Albert Estengre, me gustó; pero no los cuentos que trajo.
Albert cuenta los cuentos con soltura, con un estilo cercano, es de los que te miran cuando cuentan. Habla con el público, lo interpela, gasta bromas, pero todo con un respeto absoluto. Te hace sentir a gusto, y se toma su tiempo para contar, sabe colar pausas y comentarios al margen, que dan vida al cuento y le permiten respirar, como cuando se decanta y oxigena un vino añejo.
Además maneja el idioma con propiedad, lo trata también con respeto, le da la vuelta cuando procede para despertar una sonrisa cómplice, y en ningún caso se le puede reprochar que vaya a lo fácil, pese a la tendencia a lo escatológico de algunas historias que nos trajo.
Esta parte, la del contenido, fue la que no me gustó. Los cuentos de la primera parte de la sesión, bien, quizá un poco demasiado largos; pero los de la segunda parte, con más picardías (sus Historias de Sexo No Bendito), to lo conocía como chistes. Que también es posible que los chistes fueran versiones abreviadas de algún cuento popular, en vez de ser la versión original, no digo que no (el problema del huevo y la gallina). Pero siendo para mí primero el chiste, no los veo como cuentos, sino como chistes [muy] alargados, aunque reconozco que estaban bien armados, bien aliñados y, como decía antes, bien contados.
Por eso estoy confuso, no sé si decir que la sesión me gustó, porque me gustó escuchar a Albert Estengre, o no me gustó porque los cuentos no me dejaron poso.
De momento, como yo cada jueves voy a que me guste, me quedo con el cuentero, porque consiguió que me encontrara a gusto y sonriente toda la noche, y porque me gusta ver gente que sabe hacer bien lo que hace.
Y recordad: ya queda menos...
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