Parece que vivimos un tiempo en que la palabra se ha desgastado y la poesía ha perdido el tren. Nos hemos resignado a comunicarnos mediante gestos sintéticos. La palabra tiene asignado los espacios medidos del e-mail y el mensaje de texto, y se está olvidando de fluir como música, crear suspenso, jugar con equívocos. Es como si la casa de la palabra, la de los pensamientos y las reflexiones, estuviera abandonada. Como si hubiera telarañas, telas apolilladas, muebles desvencijados, espejos velados, ventanas opacas. Lo malo es que, al parecer, también los contadores de historias se bajaron del tren. Y uno se pregunta si será porque ya no tienen historias, porque no confían en ellas, o porque temen a la platea menuda.
Este es el comienzo de un interesante articulo publicado en el DIARIO LA NACIÓN (Argentina), sobre la situación de la palabra y el texto en el teatro infantil y los cuentos. Una lectura muy recomendable.
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