El jueves Nelson Calderón eligió La Luna para estrenar nuevo repertorio. En algún lugar hay que hacerlo por primera vez, y aunque no sé con qué criterio decidió hacerlo así, como escuchador de La Luna le agradezco la deferencia de hacernos ser de los primeros (quiero entender que lo hizo por la confianza).
Me gustó el tema de la sesión que nos ofreció: el viaje. Nos llevó de viaje por América: Chile, Perú, Argentina, Uruguay, Paraguay, Colombia... de cada lugar una anécdota, una historia, un cuento. En su mayor parte (salvo un par de ellos) fueron cuentos tradicionales, o con raíces en lo tradicional de los distintos pueblos por los fue pasando. Me gustó la idea del viaje y la selección de los cuentos, que van alternando su tanto de sentimental, su poco de picante, su pizca de misterio y suspense... una buena variedad.
Lo que me apena es que por alguna razón no me vi atrapado en su red. He pensado en ello, porque yo voy a La Luna a que me guste, a entregarme al narrador, y quizá sea mi falta. Al hacer memoria, creo que en general me ocurre con este tipo de narradores de estilo tan dinámico: son -en este caso Nelson- tan vivaces, tienen tanta presencia, que por momentos se me imponen a la historia que relatan, y eso provoca que me distancie. Probablemente será que acudo a escuchar cuentos sin prejuicios, pero con unas expectativas poco realistas.
Y digo que me apena porque Nelson cuenta bien lo que cuenta, tiene la sesión trabajada (para ser estreno no estuvo nada mal, no tuvo lagunas y apenas los normales titubeos), y yo voy con toda mi voluntad de disfrutar, pero nuestros caminos discurren paralelos sin cruzarse. Por otro lado, lo normal en la vida.
En resumen, si me preguntaran yo diría que la sesión bien, al margen de mis preferencias personales.
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