domingo, marzo 01, 2009

El jueves estuvo Pablo Albo en La Luna

Esta temporada Pablo Albo estrena sesión con nuevos cuentos, y nos la dio a conocer en su paso por La Luna.

Sus cuentos esta vez transcurren en Matamala, un pueblo que quizá existe o quizá no, poblado de personajes indescriptibles, que viven unas vidas de todo menos aburridas.

Me gustan los cuentos de Pablo porque, yo que he crecido con Boris Vian (del que este año se conmemora el quincuagésimo aniversario de su muerte), me veo transportado de algún modo al desierto de Exopotamia, que debe quedar a tiro de piedra de Matamala.


Pero más allá de la anécdota y las aventuras de los personajes, están las palabras que dan vida a cada cuento. A Pablo Albo hay que escucharlo con atención, porque no se sabe nunca dónde te puede sorprender con un doble sentido, con un juego de palabras, con una referencia para iniciados (seguidores de Mocedades, por ejemplo)...

Con atención además porque sus cuentos están rebosantes de personajes, de acción, de humor, de saltos adelante y atrás que no hay que perderse porque todo es fundamental para seguir el relato.


Pero no son sólo risas lo que reparte Pablo Albo. De pronto nos narra una historia de amor como sólo hay en los cuentos, de esas que ojalá existieran y nos tocara a nosotros, y se hace el silencio, y miro al público y veo sonrisas, y cabezas inclinadas escuchando pero con aire de estar evocando algo, algo bonito.


Al final, no se pudo escapar (la puerta del café está al otro lado del público) sin un par de bises a petición popular, y es que logró que casi todos olvidaran que llevaban reloj.


Nota tecnológica:
Si algún narrador hace también olvidar que llevamos teléfonos, los juglares cantarán su gesta.

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