Él trae su sesión, sus cuentos preparados, y luego sobre la marcha los va acompañando de anécdotas, de reflexiones, de otros cuentos que le vienen a la mente... al final resulta como en algunas partes de las Mil y Una Noches, que uno no sabe ya muy bien en qué cuento está, pero no importa, porque lo mismo se está divirtiendo.
Joxemari contó (como suele hacer) cuentos tradicionales; algunos me sonaban a traídos de África. Incluyó también, como se animó a hacer desde este blog, un cuento palestino. Entre su forma tan natural de estar ante el público y la cercanía que transmiten siempre los cuentos tradicionales, sean de donde sean (todos somos primos hermanos), le hace a uno perder la noción del tiempo, y se podría estar horas escuchándole.
Y eso a pesar de que, donde en la mayoría de los casos se encuentra un "hilo narrativo", en el caso de Joxemari es una "madeja narrativa", que él sin duda tiene controlada, pero a mí a veces me despista un poco.
Aunque, pensándolo bien, seguramente por eso me gusta.
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