martes, mayo 12, 2009

CUENTOS EN GUAYAQUIL. ECUADOR


La mujer llega cantando en una lengua extraña, los ojos cerrados, se mueve con pasos cortos, parece sometida a un trance de la imaginación. En su ropa predomina el verde, un pañolón aprisiona su cabellera y unas campanitas doradas, que lleva atadas a la cintura, tintinean mientras camina.

Una música étnica, llena de percusión y arreglos de cuerdas, adorna el entorno. Es jueves en la noche y cuando la intérprete llega al centro del escenario de la Alianza Francesa de Guayaquil, que carece de escenografía, las luces la apuntan y empieza su relato. Es una contadora de historias proveniente de una profunda tradición africana y ha venido para compartir su sabiduría.

Se presenta como Madame Aissata, pero dice que por su oficio la conocen como la “señora de las bodas”. Se dedica a contar leyendas en los matrimonios, para así transmitir los valores morales que rigen la vida de sus pueblos.

Sin más reparos lanza su primera historia. Habla sobre un muchacho que, para no casarse, huye hacia el monte. Se convierte en un cazador y tres años más tarde es traído a casa por una mujer, que con astucia femenina lo somete a las redes del deseo sexual.

El segundo cuento comparte la esencia erótica del primero. Tres hermanos se quedan huérfanos, abandonan el hogar y se van en busca de trabajo. Uno es carpintero, el otro albañil, y el más locuaz es un “nsani”, un hombre cuya profesión solo es aprovechada por las mujeres.

Mientras la historia avanza Madame Aissata, interpretada por la actriz boliviana Carla Robertson, muta en diferentes personajes. Su capacidad interpretativa le permite moverse por el papel de una esclava negra (sin ignorar el dejo tan especial del estereotipo), un noble (con arrogancia y todo), y por todos los caracteres que intervienen en el montaje.

La obra fue presentada desde el jueves hasta el sábado en Guayaquil. Según Fiore Zulli, el director, el guión está basado en cuentos pertenecientes a la tradición oral de las culturas Nupe y Cabili, del continente negro, que fueron recopilados por el etnólogo alemán Leo Frobenius, quien realizó exploraciones -entre 1904 y 1915- desde Cabilia (región montañosa al norte de Argelia) hasta las selvas del Togo.

Para Zulli, la escenificación “es un ejercicio sobre el narrador antiguo, como arquetipo del trabajo del actor que incorpora leyes y herramientas fundamentales que subyacen al arte de contar a través del cuerpo y la voz”.

Carla Robertson, quien reside en Quito desde 2005, explica que el teatro Simurgh –fundado por ella y Zulli- trabajó durante dos años en el montaje de Madame Aissata, la señora de las bodas. La obra fue estrenada en agosto de 2008.

“Los cuentos (usados para la dramaturgia) hablan sobre la sexualidad, pero a través de la apertura que tienen los africanos. Para ellos el hablar de sexo no es problema”, confiesa Robertson, y explica que su interés en el tema la hizo investigar hasta encontrar el Decamerón negro, obra de Leo Frobenius.

Añade que se escogieron cinco cuentos, pero presentan solo dos para no hacer el espectáculo tan pesado. Con esto lograron resumir la presentación a un monólogo de 55 minutos.

Las próximas presentaciones de Madame Aissata se realizarán en junio, una temporada de dos semanas en la Casa Humboldt (Quito). El grupo aspira también a exhibir el montaje en el exterior.

Luis Alfredo Medina. EL TELÉGRAFO DE GUAYAQUIL

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