Por entre las esquinas ya circula el rumor: Las Palabras, que llevaban diez años moviéndose entre nosotros con un desparpajo cada vez mayor, que buscaban ansiosas oídos cómplices para construir historias en las noches de Junio, y se aliaban con miradas y ademanes para sostener tramas, y sorpresas, no vuelven a recorrer las calles de nuestra ciudad este año.
Quien lo escucha, recibe la noticia con cara de asombro: ¿cómo es posible, si en esta historia de amor entre el que habla y el que escucha, entre los cuentos pequeños y los espacios amplios, entre las historias grandes y los rincones recoletos, todo parecía ir bien?
¿Acaso no gozaron del favor, el respeto, el empuje siempre en aumento de los cientos de personas que se sumaron a esta propuesta, haciéndola suya con una manera única de escuchar, de mirar, de participar en esta empresa fecunda que despierta conocimiento y fantasía?
¿No eran abrigadas también por el apoyo desinteresado de un buen montón de empresas pequeñas y medianas que, cada quien con lo que pudo, aportaron su granito de arena para que los pequeños detalles de los que se componía este Festival estuvieran a punto?
¿No se multiplicaban los brazos y las manos entusiastas de quienes han cargado, empujado, gestionado, visitado, armado y desarmado, guiado y perseguido, repartido y vigilado cuanto hizo falta para convocarlas y hacerlas así inolvidables?
Sólo hay una respuesta posible a estas preguntas: Sí. Así fue. Pero aún a pesar de eso, como en otros tantos cuentos, aparecieron los Zapatos de Hierro. Y a nuestro Festival -y digo nuestro, de todos-, faltó el riego y se negó el sol.
Los Organismos Oficiales (Ayuntamiento de Úbeda, Diputación de Jaén), comenzaron hace tiempo -no, no se trata de una respuesta reciente a tenor de la tan manida crisis-, a recortar el presupuesto necesario o a demorar indefinidamente su materialización, impidiendo que una semilla tan fértil y bien recibida pudiese desarrollarse como pedía.
Aún así, empujados por el ansia y el hambre de escuchar, que ya se había instalado en nuestros corazones, el Festival de Cuentos salía adelante. Con más manos que regalaban su tiempo y su esfuerzo. Y con la voluntad firme, también, de los Narradores y Narradoras, que, pensando que un evento así no podía dejar de existir, renunciaban a lo que en justicia les correspondía, poniendo de su parte algo más que palabras.
Y se aguanta, un año de sequía, y se aguantan dos. Pero al tercero el embalse vacío no refleja ya nuestra mirada y no hay dónde echar mano para paliar la sed. Y con la boca seca se humedecen los ojos, abiertos ante lo que no se entiende, cargados de impotencia.
Y el rumor sordo que recorría las esquinas por las que antes paseaban orgullosas las Palabras a viva voz, crece y se afianza y toma cuerpo: No. No habrá Festival de Cuentos. No podremos decir este año que "En Úbeda se cuenta..."
Sólo nos queda desear que, semejante a la Bella Durmiente, este Encuentro nuestro no esté muerto, y sólo ande dormido.
Pero crecen los rosales cargados de espinas a nuestro alrededor y, tristes, comprobamos que no podemos ver más allá.
1 comentario:
HOla, aunque he entrado otras veces en vuestro blog puesto que la palabra cuento en todas sus variaciones, vertientes y naturalezas, llaman a mis dedos y ojos, nunca me había decidido a escribir, sin embargo, esta noticia de que Úbeda no tendrá este año su cuento me llena de tristeza y ha hecho que os escriba, en Madrid pasó algo parecido, nos dejaron sin Madrid de cuento, pero algunos cuenteros nos reunimos en una Plaza de la ciudad y comenzamos a contar cuentos a la gente que pasaba, al final fue un domingo de fiesta, y nos quedó claro que a la gente le gusta escuchar, y que todos estamos muy faltos de cuentos en nuestras vidas. Es una pena que no se celebre, espero que no quede en el olvido y simplemente sea un año en barbecho para que al siguiente venga con más fuerza y más empuje.
un saludo.
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