Los relatos, tanto orales como escritos, tienen cada vez más éxito y son una manera de fomentar la lectura. En Aragón hay una docena de cuentacuentos profesionales. Algunos ganan 300 euros por hora de trabajo.
Una niña que escuchaba los cuentos de su abuela. Y las historias se le enredaron en el pelo, creció, viajó y se hizo cuentacuentos (ella prefiere decir "cuentera"). Cristina Verbena se presenta así: "Nací en Albacete, pero ya no se me nota. Vivo en Zaragoza, en el valle de los vientos, por eso nunca me peino. Un día me peiné…y me fui a vivir a Italia siete años. Soy más alta que Pulgarcita, viajera como el Gato con botas, pero menos sabia que la Tía Miseria. Crecí a la sombra de historias. Si cierro los ojos, recupero el ritmo de la voz que me contaba. Crecí contando mentiras. Una y otra vez…".
Las mentiras y las historias viajan de generación en generación, por el aire o atrapados entre páginas. Y cada vez con más fuerza. Escritores, profesores, editores, libreros y cuentacuentos coinciden en que el cuento está muy vivo. El auge de los cuentos es un fenómeno paralelo al boom de la literatura infantil de los últimos años. "Se está recuperando mucho el cuento. En esta civilización de la prisa y lo audiovisual, paradójicamente ha encontrado su hueco. En los colegios cada vez se organizan más actividades en torno al cuento. Crea afición al relato y es una manera estupenda de fomentar la lectura. Y en las casas, los padres tienen poco tiempo para estar con sus hijos, pero disfrutan contándoles un cuento antes de acostarse", afirma Antonio Rodríguez Almodóvar, escritor de literatura infantil y juvenil e investigador sobre cuentos populares.
Los cuentacuentos o cuenteros son grandes guardianes de estos tesoros de palabras. Actúan, recitan e inventan historias. "Los cuentos tienen un punto de teatro, cabaré, clown, pero no son solo un monólogo. Te hacen reír, llorar y pensar. Tienen mucho que ver con el aprendizaje emocional", señala Cristina Verbena. Ella estudió Filología y hacía teatro, pero luego se dio cuenta de que lo que le gustaba era el contacto directo con la gente, los cuentos de su abuela. Y desde hace trece años, es cuentera profesional. "Al principio, no me imaginaba que pudiera vivir de esto. Y mi padre aún sigue diciendo que su hija vive del cuento", bromea.
Los cuentacuentos son juglares modernos. Actúan en colegios, centros culturales, bibliotecas, teatros o bares (en Zaragoza, tiene una programación cultural muy intensa La Campana de los Perdidos). En Aragón hay una docena de cuenteros profesionales (ganan unos 300 euros por sesión). Unos acompañan las historias de música, otros de poemas o de malabares. Cristina Verbena tiene un repertorio muy variado, dependiendo del público. "Los cuentos gustan a todas las edades. Cada vez vienen niños más pequeños con sus papás y hay que adaptar las historias a edades más tempranas. A veces, la historia es lo de menos y lo importante es la relación que se establece con ellos. A los niños les gusta que les cuentes la historia una y otra vez", comenta.
"El cuento es la excusa para jugar y el juego te lleva por muchos caminos. Invita a leer y a buscar otras historias", apunta Oswaldo Felipe, otro narrador. Él mezcla los juegos del lenguaje (trabalenguas, adivinanzas, poemas) con los malabares. A Oswaldo tampoco le gusta la palabra cuentacuentos, prefiere cuentista. "Tiene una componente de juguetón y mentiroso, que es lo que hacemos: contar mentiras", señala. Él lleva su espectáculo ("Los cuentos coloraos") en una maleta: un acordeón, un libro de ilustraciones, bolas de malabares, un duende, cajas y zarrios varios.
"Ahora es un buen momento para el cuento. Cada vez se programa más. Pero un cuentacuentos no es un aparcaniños para un rato. Los padres se tienen que implicar", advierte. Él lleva veinte años trabajando en el grupo de animación infantil de la PAI y quince con su espectáculo de cuentista. "Siempre me han gustado los juegos de palabras. Otra afición mía era hacer malabares. Una noche, en un espectáculo de cabaré alternativo junté los trabalenguas con los malabares y salió bien", recuerda sus inicios de cuentista. Ahora cuenta y juega tanto con niños como con adultos, pero no le gusta que se mezclen.
Del amor por los cuentos y los libros nacen los cuentacuentos. Y ellos a su vez contribuyen a formar futuros lectores. "Yo era una devoradora de cuentos. Yo leía mucho y también me gustaba que me contaran historias", recuerda Maricuela. Esta turolense estudió Periodismo y Bellas Artes, pero luego dirigió sus pasos a su pasión: los cuentos. Narra tanto para niños como para adultos. En sus espectáculos usa títeres, canciones, objetos, libros y, en ocasiones, solo la voz.
Maricuela coincide en que los cuentos están saliendo de las librerías y los dormitorios. Cada vez llegan a más edades y más sitios. Muchos cuentacuentos reclaman que se considere un arte escénico y tenga más cabida en los teatros. Ella tiene un espectáculo para niños de 0 a 4 años. "Hago una mezcla de cuento y canto para los más pequeños. Se quedan absortos siguiendo el ritmo de las historias", señala. "Indirectamente, estamos haciendo actividades de animación a la lectura. Los niños disfrutan con las narraciones y luego buscan los cuentos", afirma.
ARTICULO COMPLETO: HERALDO DE ARAGÓN
No hay comentarios:
Publicar un comentario