“Por favor, cuéntalo pero mirame a los ojos porque no entiendo” le pidió un nene a quien le leía un cuento. Y todo cambió a partir de aquel instante. Mascha Lavzova, contadora de historias, asegura que ese pedido la marcó para siempre.
El retorno al pasado se nota en la vuelta a los contenidos de los cuentos clásicos y a todas sus versiones y formatos (que van desde lo impreso hasta lo cinematográfico) y también se ve en los recursos utilizados. Los narradores por vocación usan sólo su cuerpo para transmitir lo que desean expresar. Se sientan frente a los receptores y dan comienzo al juego de las miradas, la kinésica, la modulación de la voz, las posturas y la palabra hecha aire.
Mascha no es la excepción. Es argentina y tiene descendencia rusa. Está ligada desde chica al mundo del teatro, la danza y la música. Utiliza los recursos aprehendidos para narrar alguno de los más de sesenta cuentos que conoce. Se dedica a ello de manera particular y también en escuelas de Buenos Aires y del interior de Argentina. Los grupos se dividen por edades y las historias tienen orígenes diversos, entre los cuales se encuentran leyendas tradicionales argentinas, cuentos rusos, algunos orientales (muchos de los cuales son cortos y drásticos como los chinos, que siempre dejan enseñanzas).
“Antes de contar un cuento le explico a los chicos que siempre traigo a la fantasía conmigo y que está presente entre nosotros para ayudarnos a entender la historia”. Es así como la dulce voz de Mascha relaja a los oyentes invitándolos a sumarse a un viaje. Algunos de ellos suelen mostrarse incrédulos ante la propuesta pero terminan gratamente embelesados. Ese es el caso de muchos adultos que se muestran reacios a detenerse, a volar y sobre todo, a escuchar detenidamente a otro.
Pero cuando esa voz dulce se endurece desatando una tormenta dramática y se convierte en la voz tímida de un animal indefenso o en la voz grave de Baba Iegá (bruja), muchos sucumben y se entregan. La voz es el recurso más importante. Es así como también a veces Mascha cuenta cuentos en un programa radial en la Provincia de Santiago del Estero. “Allí el contexto es otro y tengo que adaptar las historias”. Hay gente que nunca vio un cisne o el mar, por ejemplo, entonces hay una necesidad imperante de buscar sinónimos para dar con un sentido más acabado”.
Inclusive, a veces suelen mezclarse componentes de varios de ellos y surgen nuevos relatos en el seno familiar pero la simbología permanece intacta y trasciende para convertirse en algo mítico. Eso sucede con algunos cuentos rusos como Tsarévnaya Liagushka (La princesa rana) y sus similitudes con cuentos como ‘La princesa y el Sapo’.
“Algunos cuentos se transformaron por tener escenas muy fuertes pero hay que pensar que antes no había otra distracción, que de noche solamente podían reunirse alrededor del fuego y que los relatos eran más bien para los adultos. En ellos se trasmitían los valores humanos y costumbres típicas; además a cierta hora los chicos se quedaban dormidos y los grandes eran los que se impregnaban de estas historias que luego serían contadas a sus hijos”, sostiene María Savastano Herten, que dicta talleres de escritura.
“Cuando le leo un cuento a mis alumnos ellos esperan a que termine la página para ver la ilustración, eso pasa siempre y la ansiedad aumenta año a año”, asegura Soledad Capurro, docente de Nivel Inicial.
Para poder escuchar un cuento y empaparse de él, es necesario tener cierta edad, y en muchos casos, suelen surgir personalidades más proclives a hacerlo que otras. Ya a partir de los 6 o 7 años, los chicos pueden seguir el hilo de una historia medianamente larga y concentrarse en ella.
En principio, la oralidad despojada de la imagen puede verse como un claro modo de promover la imaginación y de ejercitar la escucha y el apaciguamiento de un momento dedicado al ejercicio lúdico de la mente, pero si se observan con objetividad las generaciones de chicos que crecen influidos por las nuevas tecnologías, donde la imagen se destaca por sobre las demás cosas, tal vez estemos frente a una necesidad de brindarle a nuestros hijos la opción de fortalecer un enriquecimiento que tiene que ver con lo meditativo, con la reflexión y con la creatividad.
María asegura que la tradición oral nunca se va a extinguir. “De hecho, en cada familia siempre hay un narrador de cuentos. Cada cultura transmite valores y tradiciones de boca en boca a través de sus historias. De ahí el éxito y la importancia de los cuentos infantiles que se pasan de generación en generación, por lo tanto creo que nunca se va a dejar de volver al origen”.
La globalización suele verse muchas veces como sinónimo de tecnología, pero el simple hecho de dedicarse a contar ficciones de tierras lejanas puede tener un efecto similar, y en algunos casos, hasta más cautivador.
FUENTE: RUSIA HOY
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