miércoles, septiembre 15, 2010

LA MORAL EN LOS CUENTOS

El cuento “Cenicienta” se remonta a la antigüedad, posiblemente de origen chino, debido a la importancia que tiene en la trama el pequeño tamaño del pie de la protagonista, signo de virtud y distinción natural, que los chinos valoran en una mujer.

“Cenicienta” es un cuento que trata sobre la rivalidad entre hermanos y el triunfo de la humildad y la bondad sobre la vanidad, la envidia y la maldad.

La humillación que sufre Cenicienta al fallecer su madre y tener que vivir con la nueva familia de su padre; su confinamiento en la cocina, cerca de las cenizas del fuego, sin ninguna oportunidad de disfrutar de las comodidades y estilo de vida de sus hermanas y soportando el maltrato de su madrastra, no son suficientes como para disminuir su carácter afable y su bondad, su belleza incomparable y su distinción innata que tanto envidian sus hermanastras, quienes la desprecian y rechazan.

En esa época, quien estaba a cargo del cuidado de las cenizas del fogón se le asignaba el nombre de Cenicienta, generalmente era la persona dedicada a la limpieza del lugar más sucio de la casa, de humilde condición, y destinada a estar siempre sucia de hollín.

Estar obligada a vivir entre las cenizas es un símbolo de degradación social, producto del destino que depara la rivalidad fraterna.

En la Biblia, Caín es el hermano malvado y ambicioso de Abel, quien es forzado a ocupar el lugar ceniciento y a sufrir sus humillaciones. Este es un ejemplo bíblico del habitual deseo de destrucción y aniquilación de un hermano a manos de otro.

En este cuento se enfatiza este enfrentamiento en la relación entre hermanastras, situación que permite aceptar el antagonismo y los celos que se desearía no existieran entre hermanos de sangre.

La rivalidad entre hermanos es un sentimiento universal, generado principalmente por los celos y la imposibilidad de compartir el amor de los padres con otros.

Cenicienta no sólo tiene el desprecio de sus hermanastras sino que también debe soportar el rechazo de su madrastra que la despoja de sus intereses a favor de sus hijas, obligándola a realizar el trabajo más degradante retribución alguna.

A pesar de aceptar con entereza su destino, tratando de hacer todo lo mejor posible, las exigencias se duplican en un denodado esfuerzo para quebrar la inalterable calma y alegría interior de Cenicienta que parece no sentir emociones negativas hacia esas perversas mujeres.

El triunfo de Cenicienta, que es el triunfo de la heroína, les da esperanza a los niños de la eventual liberación y victoria final de los buenos y el castigo a los malos.

En realidad se trata de la esperanza de recuperar el amor de sus padres y de superar el temor de ser comparado o superado por sus hermanos.

Un niño no puede pensar en el futuro para esperar el día en que pueda igualarlos, sólo vive la experiencia presente, que representa el sufrimiento de ser menos querido por una supuesta condición inferior.

El alivio puede venir de la fantasía de los cuentos, que es lo que le proporciona la tranquilidad de llegar a igualar a sus hermanos e incluso superarlos.

Todos los niños suelen estar celosos de sus hermanos, de modo que es una condición natural la de sentirse disminuido con respecto a ellos.

Cenicienta es un cuento que incursiona en los sufrimientos de la rivalidad fraterna, en la posibilidad de que los deseos se cumplan, de que triunfe la humildad, que se reconozca el mérito y la virtud y que se castigue al malvado; y no sólo tiene un significado superficial sino que también posee un sentido oculto que los niños pueden captar en forma inconsciente.

Cenicienta parece merecer su destino, tal como un niño puede llegar a pensar sobre si mismo, debido a sus secretos y sus acciones clandestinas que lo llenan de culpa y teme que sus padres descubran cómo es él en realidad y lo traten como la tratan a ella.

El triunfo de la heroína le da la esperanza de tener la misma suerte, y ser digno de ser amado con todos sus defectos y esperar que sus padres crean en su inocencia.

Fuente: “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”, Bruno Bettelheim

FUENTE: FILOSOFÍA LA GUÍA 2000

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